Wednesday, September 20, 2006

El Cucarachero de Budapest


Un joven con un futuro promisorio truncó sus estudios de medicina en Hungría para regresar a Lima llamado por el abuelo paterno, quien antes de morir le heredaría un inusual legado: 13 cucarachas. Las alimenta y canta canciones de cuna. Son sus mascotas y promete velarlas el día que se mueran.

Mariano Ludeña ejerció demasiada influencia en su nieto. José María Ludeña Lerne, no hacía nada sin la aprobación de éste, su vestimenta, comida, juegos, entre otras cosas, ya estaban decididas. Mariano prácticamente crió a José María como a un hijo; durante 13 años, su infancia y parte de su adolescencia estuvieron juntos y solos. Los padres del entonces menor se hacían sentir por teléfono y cartas; se encontraban en España, a donde viajó José Carlos Ludeña por motivos de trabajo. Al año siguiente, Doris Lerne lo siguió dejando a su único hijo con el abuelo.
José María era poco sociable y prefería jugar con el abuelo y escuchar sus fantasiosas historias, que le contaba acerca del idilio de 3 meses que mantuvo con una ciudadana húngara, a quien conoció durante un paseo por el Jirón de La Unión, en 1972. Cuando la ocasional amante tuvo que partir, se llevó consigo la promesa de Mariano de ir algún día por ella.
Mientras tanto, el nieto se entretenía al escuchar la historia de amor del sexagenario; éste describía las situaciones con su amada teniendo como locaciones las calles y plazas de Budapest. Hasta le enseñó algunas palabras en húngaro. Así nació el interés de José María por la tierra magiar.
El día más feliz en la vida de Mariano fue cuando su nieto le comunicó que viajaría a Hungría a estudiar medicina, "y así de paso, cumplo tu promesa de llevarle una carta a tu amada". Mariano lloró de alegria. José María llevó el encargo, pero nunca pudo entregarlo; la dirección no existía ni el nombre de la amante. Nunca se lo contó al abuelo, por el contrario, José María cada vez que se comunicaba con el anciano, le iventaba que se trataba de una señora muy bella (acompaña mi carta, la foto de tu amada, Abue); que mantenían una fluida comunicación y que escuchaba de los labios de la anciana los mismos detalles que memorizó desde niño. La voz de Mariano a través del hilo telefónico era la de un hombre feliz y realizado.
Ludeña Lerne le contaba a su "Abue" acerca de Budapest, "es una ciudad hermosa, papi". “Claro hijo, y no te olvides que es el resultado de la unificación de tres ciudades: Pest, Buda y Obuda”. Era el año 2002, y Ludeña Lerne se encontraba en la Perla del Danubio, para estudiar en la Albert Szent Gyorgyi Medical University, una de las universidades más importantes de dicho país. El primer año fue muy difícil para José María pues debía, primero estudiar el idioma húngaro y luego familiarizarse con las costumbres del pueblo magiar.
Cuando llamaba a casa, saludaba a sus padres (ya de regreso en Lima) por breves minutos, para luego conversar durante horas con el anciano. Éste le contaba de sus avances en el estudio de unos animales, sin mencionarle cuáles.
El año pasado, la voz del septuagenario ya no era la misma. Se escuchaba más débil y enferma. José María no se concentraba en sus estudios y perdió aquel año. De nada sirvieron las palabras de su madre, Doris, acerca de que “la vida continua y que todos debemos partir en algún momento”.
Así que no dudó ni un instante, cuando en octubre último, recibió en la residencia de estudiantes en donde vivía, una llamada con una frase urgente: “Regresa rápido, me estoy muriendo y quiero dejarte algo”. Tres días demoró en arribar a Lima. El abuelo convalecía en su vivienda de la primera cuadra de la avenida Eduardo de Habich, en San Martín de Porres.
Se quedaron a solas durante horas, recordando mil anécdotas. A la hora, José María salió de la habitación para regresar con un cuaderno en las manos. Las anotaciones eran muchas, el viejo no se cansó de dictarle directivas, así como recordatorios, pero lo principal fueron los nombres de sus 13 mascotas: Luz, Paso, Camino, Vida, Naranja, Señora, Budapest, Danubio, Encierro, Sombra, Cáscara, Tomate y Dejadez.
A los 3 días, Mariano falleció, cayendo José María en un desconsuelo total. Sus padres trataron de convencerlo de mudarse de cuarto, y que deje así de pernoctar en la pieza del abuelo. No quiso. Durante días enteros se encerraba y sólo se dejaba ver para la hora de la comida, llevando migajas de pan a su cuarto.
Su padres han tratado de hacerle entrar en razón, acerca de que estos insectos contienen un elevado número de alérgenos, que en personas sensibles como él, pueden provocarle urticaria, estornudos y lagrimeo; amén de todas las enfermedades que pueden provocarle. José María poco parece importarle, y responde afirmando que las cucarachas son uno de los pocos animales que resistirían una explosión nuclear. “Sabías que estos insectos están presentes en la tierra desde hace más de 300 millones de años, y que pueden sobrevivir durante más de un mes sin agua”, nos cuenta José María.
Tiene 24 años y no hace una vida como un joven de su edad. No le gusta el cine ni el fútbol; salía con una chica de la Universidad de Medicina de San Fernando, pero la dejó cuando vio su cara de asco al ver sus mascotas.
Mientras tanto, continúa alimentándolas, cantándoles canciones de cuna a la hora de dormir. Lleva meses criándolas en un frasco de vidrio. Sólo una pregunta, le digo, qué harás cuando se mueran. José María ni se inmuta, es como si fuera una cuestión de rutina y sin mirarme a los ojos, responde: las instrucciones del abuelo son claras, deposito el cadáver en una caja de fósforos, las velo un día y las echo a una acequia. Yo solo cumplo las directivas.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

pucha si io soy loko ese pata,,,, ta peor, me kito el sombrero pa loko los cuerdos :D bien carnal ... ferh

12:16 PM  

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