Thursday, September 27, 2012

De vuelta, la vuelta

Holas, del mar y de bienvenida. De gracias sin que nadie haya hecho nada por mí (o por este blog). Pensé que la escritura y yo éramos caso cerrado. Realmente era lo mejor, pero suelo ir por el camino contrario. Las personas que me conocen pueden dar fe que no soy un tipo ordenado. Conmigo no va, porque como decía el buen Martín Jurado (especie rara de amigo que se fue a experimentar la ilegalidad norteamericana), soy de los que creen que el "caos es un orden por descifrar. Y yo soy caos. Purito.
Me dejé llevar por la vorágine del hueveo, del rascaca rasca testal (si existe el término) y pare de sufrir (o de redactar, que en mi caso es lo mismo). Ya pasaron más de tres años desde que un miércoles 8 de julio de 2009 publiqué la última crónica. Mierda, sí qué pasó tiempo. De puro nostálgico googlee mi blog para ver qué había sido de él. Lo imaginaba anulado, fusilado por el olvido, pero no, ahí estaba. Aún se podía leer Los Ojos de Judas, Bethuel Alvarado. Seguía de pie, sin nadie que lo guíe, cual iceberg solitario y me sentí flaco de alegrías. Debí cerrarlo para siempre como alguna vez mencioné si lo volvía a abandonar.
Y es así cómo recorrí nuevamente sus entradas y me detuve en un comentario. "De vez en cuando dar pausas es un alivio, pero el olvido no lo perdona ni el mejor de los amigos". Era la buena, amable, cariñosa como despistada Hilda García Herrera, quien comentaba un post de retorno. Intrigado, ingresé en mi blog y descubrí honrado y sorprendido que tenía cinco seguidores. Vaya yo que me había ido y jamás me percaté que Isabel Gil Calvo, Jeyson Antezana, Javier García, Luis Bayeto Carlo y un NN estaban atentos a la jugada. Lo más curioso fue que saber que 43 personas habían ingresado a chequear la sambenita página y yo ni enterado. Y me dieron ganas de regresar, de la vuelta, la vuelta, de retornar para quizá escribir y leerme solo, porque dije "si Stallone ha regresado tantas veces", por qué yo no, total los dos estamos igual de viejos (arrugado aún no). Eme aquí y aquí eme. Por último, me dieron puritas ganas de pegar la vuelta y espero hacerlo como siempre y eso más que una promesa es una amenaza.
A los nulos infieles seguidores, las gracias (hacen los monos) totales.


Wednesday, July 08, 2009

Memorias de mis putas tristes


La modernidad le cae como una patada en los riñones, le provoca arcadas, migraña y mil desgracias más. La proliferación de negocios y sus avisos en luces de neón han espantado a los parroquianos, aquellos cortejantes de viejas prostitutas que patrullaban esa desolada calle.
Lucha tiene 48 años y vende caramelos y cigarrillos en la calle Los Andes, en Independencia. Este jirón, ubicado entre el Mega Plaza y el Royal Plaza, pertenece a la urbanización Industrial Panamericana Norte y limita con las avenidas Alfredo Mendiola e Industrial. Termina en la cuadra cinco: lo anecdótico es que empieza en la cuatro y, en la mitad de ambas, se halla la seis. Hace años, esa zona sólo albergaba un negocio de confección y venta de muebles, que cerraba, a más tardar, a las seis de la tarde. Luego, el silencio y la poca luminosidad lo convertían en el lugar perfecto para ejercer el meretricio.
“Ya no hay ventas”, señala Lucha. Quién va a venir a echarse una canita al aire en medio de un gentío que camina apurado, sin vida. “No, pues, así es difícil seguir”, continúa. La mayoría de chicas se marchó a lugares más discretos, y las pocas que quedan se resisten al exilio de puro románticas que son.
Son las dos de la mañana. Recorro la calle en mi moto a muy baja velocidad. Es la hora punta y, en comparación con la horda de mujeres que en otros tiempos vendía sus caricias, ahora hay muy pocas. “En sus buenos tiempos, aquí trabajaban cerca de una centena de prostitutas y sólo algunos travestis”, señala Rolando de la Cruz, brigadier de la Policía Nacional de Independencia y, a su vez, promotor de las juntas vecinales preocupadas por el orden y las buenas costumbres.
Las cuento con los dedos de la mano izquierda (con la derecha sujeto el timón de mi Elite 125). Son cinco. Paso y repaso. Me siento un artista de cine: todas me han alabado. Han de ser muy agudas y rápidas en su análisis, porque en nueve años mi ex novia jamás destacó tantas cosas en mí. Me acerco a una de ellas. Viene de buena gana, le pongo mi mejor cara, me regresa la expresión, aliso el cabello hacia atrás, menea su cabellera, ya está cerca, camino a ella: “Dios mío, puede ser mi abuela”.
María, Lulú, Carmen, Gloria y Mabel son cinco espectros que se resisten a marcharse de lo que ellas señalan “su centro de trabajo”. Por decoro no les pregunto la edad y por fatiga tampoco busco adivinarla. Están desdentadas, con curvas que hace tiempo fueron perdiéndose, lucen gordas, descuidadas, exageradamente pintarrajeadas, y tratan de mantenerse sonrientes, así el dolor de las várices —que ya ganaron la mayor parte de sus piernas— intente borrarles la sonrisa. Todas llevan algo negro encima (el color oscuro adelgaza) y usan moños que sujetan esas cabelleras pintadas que intentan ocultar canas rebeldes.
Los vecinos las ven como un mal recuerdo que todavía se resiste a caer en el olvido, y es que aún se mantiene en sus memorias los problemas que traía consigo la prostitución callejera: la delincuencia y el pandillaje. “No existe una estadística exacta de cuántos robos y asaltos en la modalidad del cogoteo se perpetraban aquí. Si en situaciones normales de cada cinco asaltos sólo se denuncian dos, imagínese a un parroquiano denunciando un robo por tirarse a una putita”, enfatiza De la Cruz.
La nueva cara que exhibe la calle Los Andes tiene que ver con el giro de los negocios. Ahora se puede caminar por ahí y degustar en casinos, pollerías, restaurantes, bar, cancha sintética de fútbol, bares, licorerías. Hasta tienen de nuevos vecinos al Reniec y el Juzgado de Familia en el 645 de Los Andes.
La mayoría de locales que aún presta sus habitaciones para urgidos amantes, de manera estratégica, decidió cambiar la denominación de hostal por hospedaje. “Así suena mejor, jovencito. Hay menos roche”, confiesa Anselmo, viejo cuartelero de la calle.
El hostal Las Vegas se mantiene a pie firme en ese desesperado acto de subsistencia. Sus propietarios son gente poco dada al diálogo, parecen preparados para la guerra, no están dispuestos a que la hojarasca de la modernidad los termine por desaparecer.
El hostal es la última línea de defensa que alberga en sus instalaciones a homosexuales, transexuales y prostitutas, que, hasta antes de la medianoche, exhibe, desde el segundo y tercer piso, sus siliconeados y ajados cuerpos, según sea el caso. Sus habitaciones (si a eso se le puede llamar así) cuestan entre quince y treinta soles. Por ese precio el parroquiano tendrá una experiencia íntima con el sarpullido y la picazón. Las sábanas trajinadas y los focos de cincuenta kilovatios acentúan más el mísero ambiente.
Con poco dinero y mucho estómago, algún desesperado amante sin éxito en lides amatorias puede tomarse su revancha y lograr un precio de hasta ocho soles. Son tiempos de crisis, así lo entienden ellas.
Hace dos años, cuando trabajaba en la oficina de prensa de la Municipalidad de Independencia, fui testigo de un operativo sorpresa en Las Vegas. La administradora, una señora de unos 50 años, casi ni se inmutó ante la presencia de funcionarios, fiscales, policías municipales y nacionales. Hizo una llamada de medio minuto. Frunció el ceño y arrugó aún más la cara para buscar entre viejos cuadernos la licencia de funcionamiento. Disparó al tiempo que mostraba los papeles: “Nosotros tributamos en San Martín de Porres”.
Desde hace más de cuatro décadas esta zona industrial se encuentra en litigio. Es una guerra territorial al más alto nivel, con dardos y declaraciones de alcaldes, corroboradas en cancha —por si hacía falta— con los puños de sus respectivos serenos. Los negocios que trabajan al margen de la ley se amparan en ese río revuelto. Cuando se les requiere sus respectivas licencias, argumentan que tributan en el otro distrito: así han pasado años sin pagar ningún impuesto.
En esta zona es normal encontrar dos negocios contiguos, uno con el permiso comercial expedido por Independencia, y el otro, por San Martín. Las placas domiciliarias también son una cosa de locos: diez metros son de Independencia, quince de San Martín y así sucesivamente. Sin embargo, en lo único en lo que han coincidido ambos municipios fue en combatir en forma conjunta la prostitución en Los Andes.
Antes que el Mega Plaza inyectara su modernidad, aquí el pasado sí fue mejor (para ellas). Resistieron los embates de la Policía y el Serenazgo de dos distritos, pero unos avisos luminosos les ganaron la batalla. Estas cinco mujeres dejaron en Los Andes su juventud y no piensan regresar a casa con su vejez. Son la resistencia, la última trinchera que se resiste a morir.

Wednesday, August 13, 2008

Odio visceral


Lo acuchillaron tantas veces que se hubieran necesitado cerca de dos mil puntos para suturar los tajos que iban del ombligo a la garganta. Lo mataron con ahínco, con furor desesperado de aquellos que solo odian con pasión.

10 a.m.
Comas. Jirón Los Rosales cuadra dos.
Los gritos de doña Graciela Herrera subían por la escalera y retumbaban en el cuarto de Hilda: "Despierta carajo, ya es hora". La noche anterior la hija de Graciela había departido de una reunión en casa de unas amigas. Tres de la mañana era una hora poco apropiada para llegar a casa por lo peligroso que resulta acceder hasta esa zona.
Cuando Hilda asomó por la ventana de su cuarto, no supo por qué inexplicable circunstancia la brisa de esa media mañana la transportó hasta el día en que su madre, oronda y risueña le enseñaba las manos con las que sujetaba las vísceras de Boby, su conejo.
Ni bien abrió el negocio de internet que tiene en el primer piso de su casa, Cocol, un pandillero de la zona y ex convicto, ingresó raudo y se depositó en la última cabina. "Dame (tiempo) libre", le dijo. Ahora que converso con ella, Hilda precisa un detalle de aquel día: "Cocol traía un vaho distinto, olía a flores. Estaba asustado, podría decirte que tenía los ojos de mi conejo destripado".
A este pandillero lo buscaban tres hermanos: el 'Chino', 'Loco' y 'Puchito', éste último tiene poco más de 14 años. Lo buscaban para saldar una reciente deuda. De las muchas versiones que se manejaban era una la que tomaba más fuerza: en la repartición de un robo, lo único que se llevó Puchito fue una golpiza de Cocol.
El día parecía tranquilo y Cocol decide dejar el internet de Hilda. No camina más de diez pasos y se sienta frente a una carretilla de sánguches y alitas broster. Pide una y se sienta en la vereda. Craso error. De espaldas era una víctima potencial. Quizá pensó que el tema no daba para tanto y unas disculpas y el pago “atrasado”, podía solucionar el impasse. Nada de eso.
Mientras esperaba la vianda, se entretenía viendo a unos niños jugar a los trompos. Dos de ellos empezaron a pelear y Cocol, como nunca lo hizo antes, trató de apaciguarlos.
Lo de mediador pacifista le duró algunos segundos, no tuvo tiempo de reaccionar pues Puchito apareció y se abalanzó sobre su espalda. El 'Chino' y 'Loco' corriendo desde una calle adyacente, se unían a la gresca, que más que eso parecía una masacre. La sangre fluía copiosamente del cuello de Cocol, Puchito le había asestado dos cortes profundos a la altura de la yugular. El mayor de los hermanos, el 'Chino', sacó de entre sus ropas, un enorme y oxidado cuchillo y empezó a destazarlo ante la mirada atónita de los parroquianos de la zona. "Ese chico estaba endemoniado, parecía que destazaba un cerdo y no a un ser humano", recuerda María, la vendedora de alitas.
El 'Loco' tuvo que esforzarse y mucho para sacar a su hermano mayor de encima de Cocol. Cuando lo logró arremetió con furor contra el cuerpo ya inerte de éste. Luego, los tres acuchillaban a la vez. Al mediodía y con más de 30 personas como espectadores nadie intentó parar la masacre. La policía llegó junto a la prensa, cinco horas después.
Fueron siete minutos de agujerear un cuerpo ya sin vida. Una sangre negra y maloliente dibujaba la silueta de Cocol. Expuestas las vísceras, Puchito tuvo la insana idea de pisarlas y echarles tierra. Cansados y exhaustos, ‘Chino’, ‘Loco’ y ‘Puchito’ se fueron rápidos, contentos y orgullosos de su venganza, perdiéndose entre las calles que acceden a los cerros aledaños.
El parte policial indicaba en sus líneas, "...asesinato de un joven de aproximadamente 26 años de edad, que responde al apelativo de Cocol, presunto sujeto de malvivir. Motivo: riña callejera...".
Lo paradójico de todo esto es la opinión generalizada de los vecinos de Los Rosales: “Ojalá, se sigan matando entre ellos, solo son gallinazos, gallinazos sin plumas”.

Tuesday, July 15, 2008

A modo de Cherry


Yo tengo de esas: me meto en cada cosa y recién al cabo de unos días caigo en la real cuenta de lo que he dicho o prometido. Y esta vez no es la excepción. Entre vasos de cerveza que compartía con José Valdeiglesias, nació la idea de hacer una reunión de amigos, en donde pueda yo exponer al auditorio la música que tanto me fascina: el rock y la trova.
"Debes estar loco, José", le dije en un primer momento, porque sabido es, entre quienes me conocen, acerca de mi afición por la música; me considero un coleccionista de discografías de bandas de rock y de trovadores. Pero, ¿acaso no sabe el buen José, que en más de una oportunidad me han echado de una reunión o fiesta por intentar apoderarme del equipo de sonido? He despertado mil rencores cuando expongo acerca de lo perjudicial que pueden ser las baladas para la salud mental, el atrofio al que son expuesto los oídos cuando suena una cumbia que levanta manos, o que ruega por un ojalá te mueras.
Pues, como haya sido, ya estoy en el caballo y solo faltan ultimar detalles para la tertulia de este sábado 19 de julio, en el restaurante "La Chalana de Petita", ubicado en el jirón Nicaragua 280, Huaquillay, Comas.
La reunión empieza a las 8.30 p.m. La poesía estará en la garganta del Poeta Pepe Espinoza, y éste -no tan humilde servidor- osará relatar algunos escritos y anécdotas, que espero sean del agrado de los concurrentes. Habrá un acústico de Leusemia y Nirvana, así que si faltas que no me entere. Y si acudes, lleva dinero.
Sólo hace falta tu presencia, si te sientes identificado con este proyecto, pues date una vuelta por "La Chalana", que la música (para bien o para mal) la pongo yo. Las ganas también. Y el ridículo, too.

De antemano,
Gracias (hacen los monos) totales.

Monday, June 30, 2008

El Rey de las promesas


Presente. O mejor escrito: de vuelta. Es la tercera vez que repito la misma cantaleta: I Promise to Write Frecuently, because I... pero como se trata de mí, ni yo mismo me lo creo. Espero que esta vez sea definitiva; si me voy, que no regrese, y si escribo, que sean post que gusten y disfruten. Creo que la primera opción es la más probable. En fin...
A los pocos (in)fieles seguidores de este blog les debo más de una explicación de mis desapariciones. El común denominador han sido la vagancia, el amor y el sexo. Dedicado por completo a esas tres actividades poco o nada ha sido mi interés por redactar. Ah, y claro, olvidaba un ingrediente primordial: la falta de buenas historias.
Hay algunos temas pendientes que espero cumplir. No por mí, sino por ustedes, porque se los prometí hace tanto tiempo y después de redactarlos, analizaré borrar o no este blog. Y como mismo cantante, tiene etapas en su vida, yo he decidido crear un nuevo blog "Los Ojos de Rodrigo" http://www.losojosderodrigo.blogspot.com/ (que al igual que éste, se encuentra abandonado). En él, escribiré acerca de amores, odios e historias más personales. Espero lo visiten quienes usualmente asisten desorientados por este vilipendiado espacio. Y como no hay mal que dure cien años, ni resaqueado que la resista, me pondré a tono en seguida (y eso, créanme, es otra promesa más).

Gracias (hacen los monos) totales.


Thursday, December 06, 2007

Kabero

No habla rocas pero las produce. Pero ésta no es su real enfermedad. Es un anacoreta. Un ser distinto e interesante, impopular por voluntad propia y de la niñez que tuvo. Bailarín de burdeles, cinéfilo empedernido, retorna a su niñez cuando aspira el smog de la avenida Abancay. Sencillamente Kabero.

I
Angie le teme. Ella es la típica chica salsa que le encanta el ritmo afro-latino-caribeño pero el conocimiento que tiene Ronald sobre este género, la abruma. "¿Has escuchado a 'Poncho' Sánchez?", le pregunta Kabero. La niña me mira, medita y musita: “No”. Lo que sigue es la música de “Poncho” de fondo.
II
Creí­ que eras distinta/ creí­ que eras sincera/ y te entregué mi vida/ sin ninguna condición;/ Pero todo fue un sueño/ de mi alma enamorada/ igual que una de tantas/ jugaste con mi amor.
La letra de Un amor de la Calle de Héctor Lavoe transporta a Kabero. Lo contemplo mientras fija la mirada ensimismo. La letra le es familiar o quizá no, con él nunca se sabe. No le conozco mujer ni amante. No digo que no lo haya tenido, pero tengo la idea de que espera a alguien. Esa es la impresión que me llevo camino al hostal.
III
El incesante humo de mi cigarro agolpa el habitáculo. Es una cita pactada con anterioridad, meses. Algo para beber, mucho de que hablar. Debo confesar algo que estoy seguro él ya lo sabe: fui a cumplir la cita porque me quedaba de paso al hostal. No siento que le ofenda con esta afirmación, por el contrario, ha disfrutado de cada una de mis experiencias amatorias. “Yo no tengo la misma facilidad para interactuar con mujeres, a mí el Colegio Militar Leoncio Prado me jodió”, es la frase que deja sentada sin más explicaciones.
IV
Hurgando en lo más recóndito de él, y tras vencer la normal inquietud que le produce el escote de Angie, me confiesa que tuvo una niñez de mierda. “Nunca tuve amigos en el colegio, estudiaba en un educativo enquistado en alguna puta calle del centro de Lima, donde el smog reinaba. La avenida Abancay es parte de mi infancia, debía sortear ambulantes, pirañas y carteristas. Llegaba a casa y era peor: mis padres nos hacían sentir, a mis hermanos y a mí, el trance de separación que ellos vivían. ¿Algo para tomar, doc?”.
V
Los letreros luminosos se encienden uno a uno ante mis ojos: La Posada del Ángel, La Bella Durmiente, El Parque, etcétera. En medio de tantas luces de neón, repaso las sombras que me ha dejado Kabero acerca de su vida. A los nueve años, sin amigos ni juegos infantiles debió ser un niño ensimismado, que ha producido lo que ahora él reconoce que es: un tipo introvertido hasta las huevas. Yo tengo una teoría…
VI
A los 16 años, ya era todo un conocedor en Latin Jazz y Salsa Fuerte (dura). Leía con voracidad y se refugió en el personaje de Segismundo de Los Geniecillos Dominicales, le servía de careta para desenvolverse en sociedad. Sin muchos amores que contar, y un rechazo que lo marcó, asistía no muy frecuente a burdeles y casas de citas. Muchas veces no se atendía, “porque ´tiraba´ ritmo con las putitas. Éramos dos desamorados, así que con cualquiera de ellas daba lo mismo”, agrega.
VII
Angie me hace una mueca de “It’s time”. No sabe inglés, pero le traduzco la frase. Le pregunto qué edad tiene y se ofende: “¿Qué acaso no sabes? 17, papacito”.
-“Y has leído a Julio Verne”, pregunto.
-“¿A quién?”, contesta.
-“Nada, olvídalo. Buenas noches una habitación con circuito cerrado, por favor”.
VIII
Ronald tiene íconos musicales y cinéfilos: David Bowie, Quentin Tarantino, Woody Allen, Janes Joplin, Stanley Kubrick, y una larga lista de más nombres. Le molesta que se crea que la cultura es elitista: “Por qué, no hay derecho, se embrutece el que quiere”.
Sigo pensando que debí quedarme más tiempo con él. Entrevistarlo más, quizá una segunda vez. Pero Angie urgía. En los primeros encontrones con la adolescente doy a parar hasta el botón de la música. Enciendo la radio y se escucha el bolero Ansiedad de Nat King Cole y el Trío Los Panchos. Me rió al recordar una frase de Kabero: “El bolero vivirá 100 años más así Luis Miguel haya querido matarlo”.

Wednesday, September 12, 2007

Paolo y el Hipocampo


Caballito de Mar en castellano, Cavallet de Mar en catalán, Sea Horse en inglés 0 Cavalo Marino en portugués, llámelo como quiera, de igual forma el Hipocampo está en vías de extinción. Mientras eso sucede, el Ministerio de Educación los distribuye entre los colegios de Lima.

Mi madre llega del trabajo con un paquete en manos. Huele distinto, como a pescado seco. Yo estoy sentado a la mesa esperando me sirvan mis alimentos. Paolo, mi hermano de 9 años hace su aparición. Se lava las manos, luego de la enésima vez que se lo piden.
La curiosidad me mata e indago acerca del paquete que trajo a casa. “Huele un poco mal mamá, qué es”, pregunto. “Es un Caballito de Mar, dejaron 25 de esos en el colegio y traje uno ‘prestadito’ para que Paolo lo conozca”, responde.
La Ugel 4 Comas, dependencia del Ministerio de Educación destinó 25 hipocampos al Colegio Nacional Ramón Castilla, como parte del estudio y observación de estos animales.
Mi pregunta fue inmediata: “Acaso no saben los señores del ministerio, que los Caballitos de Mar se encuentran en peligro de extinción”. Mi madre que creyó había traído algo curioso a casa, terminó por sentirse parte de un delito. Le añadí que su pesca está prohibida en muchas partes del mundo, pero que aún así miserables seres se daban maña incluso para sacarlo de contrabando fuera del país, tal como presentó la prensa televisiva local hace unas semanas.
Le comenté que en algunos países asiáticos se paga hasta 500 dólares por libra, ya que su carne es utilizada en la fabricación de medicinas que alivian el asma, la asterioesclerosis, problemas de la piel y el corazón, entre otras enfermedades.
Le dije que si bien sus ojos se mueven independientemente el uno del otro, con lo cual pueden vigilar y cuidarse perfectamente de depredadores ocultos entre las hierbas en las que viven, esta habilidad no los alejan de las redes asesinas del hombre.
Es más, los caballitos de mar tienen nula posibilidad de sobrevivir cada vez que se pesca con explosivos en los llamados “Bancos de peces”, debido a que la onda expansiva hace presa fácil de ellos, onda de la que no pueden escapar porque son demasiado lentos (se dice que tardan 60 horas en recorrer un kilómetro.
Paolo escucha atentamente mi monólogo. Mueve la cabeza, coge al animalito, lo observa, lo huele. Quiere preguntar pero se abstiene. Luego, vuelve a nosotros y dispara: ¿Si está mal pescarlos, está mal comprarlos? “Claro, Paolito-replico- así contribuimos a su extinción. Su lugar es el mar y ahí deben parar…”
Y antes que añada que el Caballito de Mar simboliza el Amor a la Familia, Paolo desaparece con el hipocampo en mano.
A lo lejos, se oye el jalar de la palanca del baño.
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