Yo me bajo en Atocha (muriendo con Sabina)

Tres muertes que pudieron evitarse. En el cruce de dos avenidas ocurren muchos accidentes y a las autoridades poco parece importarles. Un menor de edad y una pareja de novios encontraron trágica muerte, teniendo de fondo un tema de Joaquín Sabina. Lo increíble es que dos dependencias policiales se disputan los muertos y accidentados.
Con su boina calada, con sus guantes de seda, su
sirena varada, sus fiestas de guardar, su vuelva usted mañana, su sálvese quien pueda. Su partidita de mus, su fulanita de tal. Con su todo es ahora, con su nada es eterno, con su rap y su chotis, con su okupa y su skin, aunque muera el verano y tenga prisa el invierno la primavera sabe que la espero en Madrid.
José Carlos N.F. (17 años) no entendía el mensaje de la canción que sonaba en la radio. Era una voz aguardentosa que jamás en su vida había escuchado antes. Joaquín Sabina le era tan desconocido como la vida decente que nunca tendría. "Más de prisa muchachito que se me hace tarde", fueron las últimas palabras que oyó.
Con su otoño Velázquez, con su Torre Picasso, su santo y su torero, su Atleti, su Borbón, sus gordas de Botero, sus hoteles de paso. Su taleguito de hash, sus abuelitos al sol. Con su hoguera de nieve, su verbena y su duelo, su dieciocho de julio, su catorce de abril. A mitad de camino entre el infierno y el cielo... yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid.
Francisco Luján Paredes (31) y Paola Mariño López (26) hacían números con respecto a cuánto representaría en sus vidas los mil 200 euros que el primero de ellos ganaría en Madrid, a partir de diciembre. Haciendo averiguaciones sobre el país europeo, ingresaron en Google, y supieron por vez primera de Joaquín Sabina. El cantautor se encontraba en una lista de los 40 artistas que han hecho historia dentro de la música española. El grito de horror de Paola se escucharía a lo lejos.
Aunque la noche delire como un pájaro en llamas, aunque no dé a la gloria la Puerta de Alcalá, aunque la maja desnuda cobre quince y la cama, aunque la maja vestida no se deje besar, "Pasarelas Cibeles", cárcel de Yeserías, Puente de los Franceses, tascas de Chamberí, ya no sueña aquel niño que soñó que escribía, Corazón de María, no me dejes así...
El cruce de las avenidas 22 de Agosto y Carabayllo en Comas, es un lugar fatídico. Se han producido en lo que va del año 9 accidentes automovilísticos, con el saldo negativo de 4 muertos y 14 heridos de gravedad. Poco o nada hicieron las autoridades al respecto. No existe un miserable semáforo que ordene el tránsito en este sector. Lo más increíble es que existen dos dependencias policiales que se disputan los muertos. Es decir, si el choque se produce en la margen derecha de la avenida Carabayllo (con dirección a Canta), el accidente compete a la comisaría de la Túpac Amaru. Si se produce en la margen opuesta, el "asunto" es responsabilidad de la Comisaría de la avenida Universitaria. Cuestiones de Soat, que le dicen.
Corte de los Milagros, Virgen de la Almudena, chabolas de uralita, Palacio de Cristal, con su "no pasarán" con sus "vivan las caenas", su cementerio civil, su banda municipal. He llorado en Venecia, me he perdido en Manhattan, he crecido en La Habana, he sido un paria en París, México me atormenta, Buenos Aires me mata, pero siempre hay un tren que desemboca en Madrid.
Las llantas del mototaxi que conducía José Carlos continuaban girando al ritmo de "Yo me bajo en Atocha", el tema de Sabina, que a pesar del choque con el Station Wagon blanco que conducía Francisco, no dejaba de escucharse en la radio. El menor de edad murió instantáneamente, jamás sabría cómo se obtiene una licencia de conducir, porque al momento de ser auxiliado no portaba esa documentación ni ninguna otra. Mario Quispe Toledo, el apresurado pasajero, sólo sufriría conmoción cerebral. Algo repuesto del accidente y ya en casa, contaba a amigos y curiosos la resistencia que opuso cuando las puertas del cielo se le abrían de par en par. “Aún no, aún no”, musitó.
Pero siempre hay un niño que envejece en Madrid, pero siempre hay un coche que derrapa en Madrid, pero siempre hay un fuego que se enciende en Madrid, pero siempre hay un barco que naufraga en Madrid, pero siempre hay un sueño que despierta en Madrid.
Francisco y Paola murieron camino al Hospital de Collique. La sangre derramada producto de las incrustaciones del fierro retorcido que agrietó sus cuerpos, fue demasiada. Jamás envejecerían en Madrid; ésta fue la promesa que se hicieron abrazados y llorosos cuando les llegó el contrato de trabajo de Francisco. La imprudencia de un inexperto conductor y las nulas señales de tránsito confabularon para ello. Hubieron dos partes policiales al respecto, elaborados por las dependencias de Túpac Amaru y Universitaria. El accidente ocurrió en el mismísimo centro del cruce de ambas avenidas. La población harta de tantas muertes, tomó por asalta las mencionadas calles, y reclamó por un miserable semáforo. No hubo respuesta del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, organismo indicado en proporcionar el verde, ámbar y rojo que puede salvar una vida. Hartos de esperar, los pobladores y mototaxistas construyeron sendos rompe muelles a fin de evitar más accidentes, y es que tal como dice la letra de Sabina
...siempre hay un vuelo de regreso a Madrid.